Tal y como afirman la AEPEC (Asociación de Euskadi de
Psicólogos y educadores caninos), el estudio de la mente en los animales en
general y las mascotas caninas en particular, se ha desarrollado de forma
vertiginosa en los últimos 20 años, sobre todo gracias a los avances en
tomografía axial computarizada (TAC), que ha permitido estudiar el
funcionamiento de los cerebros vivos a través de tecnología avanzada, y yendo
más allá de las tradicionales formas de estudio experimentales mediante la
observación del comportamiento. De esta forma, los estudios sobre si los
animales son capaces de querer a su propietario o cuidador se han incrementado
en el mismo periodo, y no sólo en número de publicaciones, sino también en la
profundidad y la especificidad de los mismos. De hecho, la investigación a este
respecto ha ampliado sus objetos de estudio abordando mascotas que hasta hace
relativamente poco, ni siquiera formaban parte de los hogares españoles, como
hurones, aves psitácidas o ratas, concluyendo que son capaces de alcanzar unos
vínculos emocionales con sus dueños iguales o, incluso superiores a los de un
gato. Pero las comparaciones entre especies son ya otro tema.
Sobre si los perros son capaces de querer, tal y como los
humanos entendemos el concepto del amor, existen diversidad de debates de los
que concluimos (tras una investigación más superficial de lo que nos gustaría)
que, a pesar de la práctica homogeneidad de opiniones de propietarios de
perros, para los que no cabe duda de que sus mascotas “aman de forma
incondicional”, la comunidad científica (que incluye psicólogos, veterinarios y
biólogos) no logra ponerse de acuerdo. Fred Metzger, por ejemplo, veterinario
de la Universidad de Pensilvania, considera que los canes no sienten un amor
comparable al de los seres humanos, sino que las muestras de afectividad y
cariño hacia las personas responden únicamente a razones de conveniencia,
porque han adoptado la dinámica de que un buen comportamiento repercute en
recompensas por parte de sus propietarios.
Sin embargo, si consideramos una comparación neuronal del
cerebro del hombre y del cerebro del perro, veremos que al hacer una división
de grandes áreas cerebrales que sirven como soporte funcional de determinadas
acciones cognitivas, las emociones y motivaciones surgen, en ambos casos, de la
misma región límbica cerebral. Además, dentro del conjunto cerebral, el
hipotálamo, encargado de regular la actividad del sistema endocrino de forma
prácticamente equivalente en humanos que en perros, segrega, entre muchas
otras, la conocida como la “hormona del amor”, la oxitocina, considerada una de
las principales partícipes a la hora de establecer relaciones afectivas de
confianza. La psicóloga Andrea Beetz, en sus
investigaciones sobre los efectos de esta hormona en las relaciones con
los animales, concluyó que, tras 10 minutos de contacto entre un perro y su
dueño, ambos sujetos experimentaban un aumento similar de sus niveles de
oxitocina en sangre.
Otros autores, como el psicoanalista y antiguo profesor de
la Universidad de Harvard Jeffrey Moussaieff
consideran que los perros no solo experimentan emociones primarias, sino
que también, según determinados estímulos, pueden llegar a tener emociones
secundarias que derivan de un mal drenaje de las primarias: celos, envidias,
depresiones, ansiedades, fobias…De esta manera, a través de evidencias tanto
clínicas como experimentales, se intenta demostrar que el sistema afectivo de
los animales con sus propietarios no difiere tanto del sistema afectivo propio
de los humanos.
Para concluir, y demostrando la inmensidad de las incógnitas
que esconde la psicofisiología, cerramos con las palabras textuales del
neurólogo Pedro Ortiz, que evidencian el amplio debate que nos queda por
delante en nuestras clases, y en nuestro blog:
“…los cuestionamientos
y el debate persistirán, al extremo de decir que emoción o motivación son
palabras que sólo sirven de rótulo para ciertos capítulos de los textos de
psicofisiología. Creemos que el debate persistirá hasta que no se definan
correctamente los conceptos fundamentales, pues un somero análisis de la
evolución de los mismos, nos hará ver que aún existen errores en su definición,
errores que se traducen en la ausencia de una correcta interpretación de los
hechos observados en situaciones propiamente humanas, y por consiguiente en la
ausencia de una verdadera explicación científica de los procesos que determinan
la estructura de la actividad psíquica personal en general, y de los procesos
afectivos y conativos de la actividad consciente en particular”.
Materiales extra para ampliar sobre el tema:
La existencia de vínculos afectivos mediante la
experimentación: http://elmoscardonverde.blogspot.com.es/2012/11/perros-y-humanos-vinculos-afectivos-i.html
y http://elmoscardonverde.blogspot.com.es/2012/11/perros-y-humanos-vinculos-afectivos-y-ii.html
Moussaieff, J: “Dogs
never lie about love”
Moussaieff, J: “The dog who couldn’t stop loving”
Beetz, A:
“Attachment to pets: An integrative view of human-animal relationships”
Klinghammer, E: “Algunos
principios básicos de etología y psicología”
VVAA: “Journal of comparative pschicology” Volumen 127
agosto 2013 Josep Call (ed) Max Planck
Institute for Evolutionary Anthropology, Leipzig, Germany
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